30 de diciembre de 2010


Calma





Búscame ahí, detrás de una foto.

27 de diciembre de 2010

Se nos hizo tarde, pero nunca de noche.







Desarmado. Así me has dejado, sin una palabra que decir y sin nada que hacer.
Me alejé fuerte, seguro, sabiendo lo que hacía, viendo con claridad el paisaje que me esperaba a lo lejos, pero, motivado por la canción que sonaba en el coche que llevaba, miré por el espejo retrovisor, de refilón, sin quererlo, y me fijé en una cosa, en ese espejo se reflejaba algo muy especial.
Se reflejaban momentos, palabras y roces en los que no me fijé, y que ahora brillaban más que nada.
Allí busqué algo, alguna excusa para seguir mi camino y no mirar más hacia atrás a través del espejo, pero nada, fue en vano. Todo era bonito. Todo combinaba perfectamente en el camino que dejaba atrás, mientras que a lo lejos se amontonaban nubes cargadas de lluvia.
Y no supe que hacer, si dar media vuelta e ir hacia el reflejo del espejo, o continuar con mi camino. Así que allí me quedé, paré el coche, y, apoyado en el capó, me iba empapando como un cobarde, con las gotas de la lluvia cayéndome por todo el cuerpo.
Aún me quedaban esperanzas, pues a lo lejos veía a las nubes que se abrían y salía el sol, pero volvían a cerrarse. Me sentía solo entre tanta lluvia.
Lo hice sin pensar, como todo lo que hago, y dejando allí el coche, me di la vuelta, y empecé a correr hacia atrás, hacia donde había venido, porque allí estaba todo lo que quería, así que no tardé en ir a refugiarme en aquel Sol que calentaba con fuerza.
Y volví, y me tumbé en aquella llanura, disfrutando de los momentos, palabras y roces que tanto eché de menos. Momentos, palabras y roces que estuve a punto de perder hace un instante, y que ahora, eran lo más importante de mi vida.
Con los brazos y las piernas extendidas sobre la hierba seca, sentí como el aire y los rayos de Sol secaban toda mi ropa, como mi pelo iba rizándose con el calor del viento, como mi pecho dejaba de tiritar, como mis lágrimas se secaban y como la lluvia me había hecho recordar lo importante que era el Sol para mí, las estrellas siempre me han gustado.
Así que la llamé, a gritos, por todas partes, quería disfrutar con ella todo aquello, y apareció, y se nos hizo tarde, tanto que decidimos quedarnos allí para siempre.