Eva María
Garrido, Eva Yerbabuena, es una de las bailaoras de flamenco más importantes
del mundo y ésto lo confirma el Premio Nacional de Danza en 2001 y los cinco
Premios Max que posee. Ahora vuelve a los escenarios después estar más de un
año apartada de ellos. Nos cita a la hora del café en su casa. Nos abre
Paco Jarana, su compañero de fatigas, su resorte creativo, y sobre todo, su
marido. “Pasad, dentro está la artista” dice mientras nos sujeta la puerta de
entrada. Pasamos al salón y lo primero que advertimos, aparte de observar que
no tiene ningún objeto relacionado con el flamenco, es la razón por la que ha
estado alejada de los escenarios durante treces meses: su hija Marieta. Tiene
siete meses y duerme al lado de la calefacción, envuelta en mantitas pequeñas,
soñando quizás con seguir los pasos de su madre. La bailaora nos saluda
saliendo de la cocina y arreglándose el pelo, nos dice “sentaos aquí en la
estufa, que os vais a morir de frío, por Dios“, como si nos conociera de
siempre, como si hubiéramos ido a tomar café más de una vez a su casa. Antes de
empezar la entrevista, se asegura que su hija pequeña sigue dormida,
agarrándola con la misma delicadeza con la que cuida sus movimientos en los
espectáculos. En este momento, la personalidad de Eva se intuye natural,
entregada a todo lo que tiene a su alrededor, con un temperamento firme, segura
en todos los movimientos y palabras que dice. Y es para serlo, toda una vida
dedicada al flamenco no puede aportarte otra característica: determinación. A
ella también le interesa el mundo del periodismo, y el futuro de éste, al
que acusa de haber un gran intrusismo. Trata de conocer al que tiene enfrente,
de sentir sus vibraciones y saber qué busca y va a encontrar.
Texto y fotografías por Roberto Manzano
Los
periodistas han hecho muchas manifestaciones, pero la situación nuestra es
difícil; estamos entre la incomodidad que le provocamos con preguntas o
investigaciones a la gente rica, a la gente poderosa, y entre que la sociedad
tampoco nos respalda por haber cogido fama de manipuladores.
Y ahí
entráis todos. Deberíais hacer algo contra la intrusión en el periodismo.
Ustedes que sois jóvenes debéis salir a la calle y acabar con esto. Por
ejemplo, en el mundo del flamenco todo el mundo se queja de la situación que
hay y que ha habido, pero yo nunca he visto una manifestación de cantaores o de
bailaores. En estos tiempos, contra las injusticias hay que hacer lo que sea.
Exacto. Eso
es lo malo.
Claro. Pero
también algunos periodistas tienen algo de culpa. Por ejemplo, yo he ido a
cualquier otro país, y me han preguntado por Joaquín Cortés. Mira, yo no voy
por ahí haciéndole propaganda a ningún bailaor. Intento ser lo más educada
posible y responderle a las preguntas, pero llega un momento en el que le
tienes que decir “mira, Joaquín Cortés es un bailaor muy bueno, que ha
podido ser una grandísimo profesional, ha tenido todas las oportunidades del
mundo, pero, que quiere que te diga hijo, si quieres información sobre él,
documéntate, y cuando venga aquí le entrevistas. Si voy a otro país, pregúntame
por mí y por mi espectáculo. Hay algunos periodistas que están muy
desinformados”.
Cuando has
estado en otros países y te han hecho entrevistas, o los medios se han
interesado por tus espectáculos, ¿ves que allí tienen más presente el flamenco
que aquí en España?
Lo tienen
mucho más presente. Cuando vas fuera, lo primero que ves es el cartel de “no
hay entradas”. Los teatros están a rebosar. Pero luego, los periodistas tienen
una información errónea, es decir, ellos conocen por flamenco Joaquín Cortés y
Sara Baras, y Farruquito por la polémica que tuvo en su día. Y a nadie más. Y
claro, contra eso tú no puedes luchar, porque en los países extranjeros se
conoce lo que se vende por flamenco, y lo que se vende por flamenco por
supuesto es lo que en realidad no es el flamenco.
Fuera de
España existirá el tópico de que el flamenco es toros, fiesta, palmas, y traje
de flamenca.
Eso es lo
primero que te encuentras. La sensación que tiene la gente de España cuando
vienen aquí es que se le va a recibir con un traje de faralaes, que estamos
todo el día en la calle, y tienen una historia de todo esto que no es, pero
claro, también es lo que le han vendido. Antiguamente los artistas pasaban
hambre porque no había la posibilidad de estar en teatros o eventos, entonces
lo que había eran las fiestas de los señoritos, los que pudieran hacerlas,
claro, y a los artistas les exigían estar a la hora que les diera la gana, y si
no estaban pues no les pagaban. Era así de fácil. Y lo peor es que mucha gente
es que quiere vender esa pena y esa fatiga que se pasó. Y no, mire usted, ahora
trabaja el que se mueve, el que se preocupa, el que se mete en un estudio…Ahora
no pasamos fatigas. Se pasan malos ratos, pero nada comparado con los tiempos
de antes. Todo esto les interesa a mucha gente que siga estando presente, pero
hay otros que no, que estamos innovando y abriendo nuevos campos. Y eso, el
flamenco no es fiesta, toros y ¡olé!, el flamenco es mucho más profundo.
En una
entrevista que leí a Raimundo Amador, dijo que el público del flamenco es muy
cerrado y ortodoxo, ¿es eso cierto?
El público
del flamenco es minoritario, quiero decir, el flamenco de grandes masas es en
el terreno donde quizás hayan podido ayudar más porque han vendido lo que ahora
todo el mundo conoce por flamenco fuera de nuestras fronteras, y eso ha ayudado
a que se conozca mucho más. Hay puertas, como esta, que han abierto, pero
también tiene su parte mala, es decir, alguien viene a ver un espectáculo mío,
y dice: “¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué es que no es flamenco?”. Entonces,
hay mucha gente que se cierra a ver un espectáculo de flamenco porque no les
gusta o les resulta pesado.
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No pueden ir
con unos prejuicios, ¿no?
Exactamente,
no hace falta entender. Es ir, sentarte en un patio de butacas y disfrutar. Y
ya es caso de cada uno hacer un ejercicio interior y analizar lo que ha visto.
Lo bueno que sí he visto de unos años atrás hasta ahora es que hay mucha
juventud en los teatros, y eso te motiva.
Yo creo que
sí. Estamos pasando por una transición en la que hay una generación que está a
punto de desaparecer y ahora viene otra generación. Como hemos dicho antes,
hace tiempo la gente vivía el flamenco de una manera muy diferente a la de
ahora. Ahora, si no tienes información sobre cualquier artista es porque no
quieres tenerla, porque existen ordenadores, móviles, televisión…
Es una
facilidad contar con todo esto, ¿no?
Sí, que sea
para bueno o para malo, eso ya no lo sé. Tiene sus cosas buenas, porque haces
así (hace el gesto de escribir en un teclado) y tienes la posibilidad de
tener toda la información que quieres, pero también tiene su cosa mala, porque
yo sinceramente veo mucha imitación y mucha copia de lo que ya existe y esto
también es porque tienen la oportunidad de acceder a muchísima información de
muchísimos artistas.
Es que
tenías que ser tú. Antes había un sitio donde los artistas se reunían, y cada
uno era diferente, con sus más y sus menos, con su estilo personal, se
escuchaban unos a otros, y de esto ya no hay. Se ha perdido. También pasa otra
cosa; antes la gente no era tan buena técnicamente como lo es ahora, no tenían
tanta información, pero había una cosa muy mágica, que no era la técnica, era
una forma de improvisación, era un “canta y toca que yo bailo” y esto
hoy en día falta, hoy en día hay mucha técnica, todo muy estudiado y medido, y
hay gente que son auténticos portentos en esto, pero, tú llegas a un teatro, te
sientas, y a mí no se me pone la piel de gallina. Sales como te vas, pensando
que es un virtuoso, pero no me ha contado nada, no me ha transmitido nada. Y
muchas veces pienso: “pues fíjate si los artistas de antes hubieran tenido
los estudios y las facilidades que tenemos ahora”. Y ahora hay muchísima
gente que tiene muy buena técnica, muchas historias que contar, con muchas
ganas, pero la técnica no lo es todo, la técnica no está por encima del arte,
la técnica tiene que estar al servicio del arte.
La gente que
innova y que se arriesga, ¿tiene que luchar con el público o con los entendidos
que son más puristas en el flamenco? ¿Eso les limita?
¿Alguna vez
has excedido el límite hasta llegar al punto de obsesionarte?
¿Obsesionarme?
Siempre. Pero no es lo mismo obsesionarte porque algo te salga bien, porque
estás dentro de un proyecto. Siempre es normal preocuparte porque todo salga lo
mejor posible, porque no quieres fallarle a la gente que tienes alrededor.
Pero, ¿ser adicta a mi trabajo? No, yo no quiero ser adicta a mi trabajo, en la
vida hay muchas cosas más importantes, tengo mis hijas, mi familia, las
pequeñas cosas, como yo les llamo, y si no tuviera estas cosas, no tendría nada
que contar.
Pero cuando
tenías 18 o 20 años, ahí sí, ¿no?
Ahí sí. Ahí
era lo más importante de mi vida. A mí me preguntaban; “¿Qué es para usted
el flamenco?” Y yo decía “Pues
el flamenco para mí es mi vida”. Pero ahora ya no. Eso lo decía porque,
sinceramente, estás falta de experiencia. Por ejemplo, tú ahora mismo que estás
aquí, cuando pasen unos años, hablaremos y me darás la razón, seguro. Lo que a
ti te queda por ver y descubrir… y te lo digo porque el periodismo es más o
menos lo que me pasa a mí, porque yo he tenido la oportunidad de conocer otros
países, otras culturas, otra gente, y todo esto ha sido gracias al flamenco, y
esto lo agradezco mucho, y por eso a través del flamenco también transmito todas
estas experiencias. Nada más tienes que escuchar a los artistas antiguos;
apreciar el toque, el cante, el compás, y descubres todo lo que sentía, de todo
lo que se quejaban, de todo lo que vivían. El flamenco no es palmas y alegría,
al contrario, el flamenco es lo más dramático del mundo, hasta las alegrías,
“estoy ético de pena”, fíjate la letra, esto cantado por alegrías, no tiene
ningún sentido.
¿Las
críticas te influyen?
Antes sí,
ahora no. (risas) Las leo, no te voy a decir que no.
Pero es que... ojalá pudiera leer uno críticas constructivas, porque lo que se
escriben es todo críticas constructivas, pero ya no a nivel artístico, es que
se meten con tu persona, y a eso no hay derecho, ¿no? Y eso sí que pasa más
aquí que fuera, porque por ejemplo, cuando llega una Bienal de Flamenco y lees
las críticas es que te ríes, te las tienes que tomar a broma, porque tienes dos
opciones, o tomártelas así o irte para el periodista y decirle cuatro cosas,
aunque esto no lo haría nunca porque es darle una importancia que no se la
merece. Si dices, pues mira, es un periodista que sabe tocar la guitarra, sabe
bailar, se ha subido a un escenario, tiene experiencia y sabe de lo que está
escribiendo, me parece estupendo, pero si no eres nada de esto... Puede saber
de flamenco, pero si de verdad sabe y le interesa, lo primero que tiene que
hacer es informarse, documentarse, saber cuánto tiempo llevo yo montando ese
espectáculo y sobre qué va ese espectáculo, pasarse por los ensayos, ver mis
otros trabajos… y eso lo echo mucho en falta, que los periodistas tengan
realmente información, porque tú que quieres dedicarte al periodismo
internacional, tú no vas a escribir la crónica de los sucesos de un país
conflictivo desde tu casa, ¿entonces, esto porque no pasa en la cultura? Pero
claro, realmente los medios de comunicación y el público son los que hacen
estar o no estar, pero ya te digo que es más importante la relación entre el
público y yo, que los medios, es así.
La falta de
información directa de un periodista es por lo que hablábamos antes, porque hay
muchísima información en Internet muchísimos medios para llegar a
ella, y entonces los periodistas, desde sus casas, cogen el ordenador, se
informar, y ahí se quedan, no se patean las calles.
Hay
muchísima gente que hace esto, y cada uno le da su interpretación, su visión y
eso es algo clarísimo. Pero también te digo que hay muchos críticos que les
gusta mucho un sobre con dinero, y cuando te enteras de esto dices, bueno, ¿yo
me voy a molestar en comprar un periódico y leer sus críticas? Lo hago por pura
curiosidad, pero no me afectan, para nada. Yo decido hacer este espectáculo y
lo hago con todas las de la ley, y me expongo a que el público no le guste, a
que a periodistas no les gusten, y me parece perfecto. Yo estoy de acuerdo con
aquellas críticas que me ayuden; si usted cree que he fallado en esto y en
esto, hágamelo saber porque yo voy a aprender.
¿Puede ser
imposible lograr una apreciación mínimamente objetiva de un espectáculo sin
dejarse llevar por los sentimientos?
Es muy
complicado. En el estreno de un espectáculo ni se canta ni se baila, hay tal
tensión porque todo salga bien, porque todo esté atado y todo funcione según lo
previsto, que no disfrutas, y no eres consciente de lo que has provocado o has
hecho. Una vez que pasa el estreno eres consciente de lo que está pasando. Y es
entonces cuando eres más objetiva y analizas mejor las cosas. Pero hay veces,
que según el estado anímico que tengas, juegas con la improvisación encima del
escenario, y ahí no eres dueña de ti misma, hay veces que salen cosas buenas, y
otras no.
Has estado
retirada de los escenarios por el embarazo de tu segunda hija, ¿Cuánto tiempo
has estado parada?
13 meses.
Y a tu
vuelta, ya has estado…
En India,
Bogotá y Lima.
Y ahora te
vas otra vez.
Sí, ahora
nos vamos a hacer una gira por Francia.
Has estado
en casi todos los lugares del mundo ¿Dónde os habéis sentido fuera de lugar o
habéis sentido cierta frustración?
A veces aquí.
¿Aquí?
Sí. Es
curioso pero es así. No me he sentido frustrada, pero quizá incómoda. Hay veces
que dices, vamos a dejarlo aquí, y nada más que por la responsabilidad de que
estás aquí, de que muchos artistas de la profesión van a verte, que te vigilan
y examinan, y por esto es por lo que me siento incómoda. No es que me pase cada
vez que me pase aquí pero alguna vez que otra… Fuera no, fuera intento no
pensar en donde estoy. Una vez que subes a un teatro, te olvidas de donde estés
porque la sensación es como si estuviera siempre en el mismo sitio, en el mismo
teatro, y los países van pasando por ti, porque yo bailo como bailo: aquí, en
Bogotá, en Lima, en Alemania… No hay idioma para entender el flamenco.
Tienes 10
espectáculos, ¿Cuál de ellos te ha costado más interpretar?
Todos (risas). Porque yo lo tengo
claro, pero tengo que hacer que también lo entiendan todos los demás y esto a
veces se me olvida, que la que tiene clara la idea del espectáculo soy yo, no
los demás.
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Eva termina
el café y me ofrece algún dulce, pero niego con la cabeza mientras ella termina
de darle sorbos a su bebida caliente. De repente, se acuerda de las fotos, y
con el manejo que tiene para controlar la situación, cae en la cuenta que no se
ha maquillado porque no ha tenido tiempo, se disculpa, en forma de agradecimiento,
nos ofrece acompañarla al terminar la entrevista a su estudio, donde ensayará
con sus compañeros y allí poder hacerle las fotografías. Acostumbrada a estar
pendiente de todo, cruza una mirada hasta la otra punta del salón, donde dos
ojos oscuros asoman por encima de las mantas: Marieta se despierta, y lo
primero que hace, es buscar a su madre. Ella, interrumpiendo la entrevista,
corre en deseos de coger a su hija, que pide su comida a través del llanto.
Ella, atenta a nosotros y a la hija, sigue contestando las preguntas, “no os
importa, ¿no?” y entonces encontramos el símil entre su trabajo y su vida
personal: la rotundidad con la que golpea el suelo del escenario con sus
zapatos es la misma con la que encauza a su familia.
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¿Y es difícil
transmitir esa idea?
E- Al
principio sí, pero hasta que encuentras el método, y el método más fácil es
hablar claramente. Por ejemplo, yo no puedo pretender hacer el espectáculo Federico según Lorca si los demás no conocen a
Federico, es absurdo. Yo entiendo que a todo el mundo no le gusta leer, pero
para eso, yo me reúno con Horacio, primo hermano mío que le encanta escribir, y
a mí me encanta cómo lo hace y nos ha escrito muchas letras para los espectáculos
nuestros. Además es fanático de Lorca, y entonces nos reunimos con el cuerpo de
baile, él nos resume más o menos cómo está considerado Lorca, quién fue, qué ha
escrito, y sobre los fragmentos que yo tengo en mente ir trabajando, entrar en
el estudio e ir adaptándolos. Hay que hacer que mi equipo se motive y se
interese.
Te apoyas
mucho en Horacio.
Muchísimo,
de hecho, hay un espectáculo que voy a estrenar en Marzo, que se llamará Ay, que la sinopsis es de
Horacio.
¿Ha habido
un momento clave en tu trayectoria en el que digas ”si no fuera por este
momento, no hubiera llegado hasta aquí” o todo fue poco a poco?
Hay muchos
momentos que deciden tu futuro. Si mi tía no hubiera muerto con 29 años, yo no
sé si mi madre me hubiera llevado a una academia, y con esto he aprendido que
el destino está ahí, las cosas pasan porque tienen que pasar, yo no creo en las
casualidades. Para analizar si hubiera sido importante o no, tendrías que nacer
de nuevo, o te lo imaginas. De chica me imaginaba haciendo cosas muy diferentes
a lo que hago, nunca sabré que hubiera sido de mí si no hubieran pasado ciertos
momentos.
¿Nunca has
tenido una época de escasez creativa?
Sí. Cuando
buscas algo nunca aparece, pero siempre salta la chipa cuando menos te lo
esperas. Y cuando Cristóbal me dice que hay que estrenar un nuevo espectáculo,
yo ya tengo dos o tres ideas pululando por mi cabeza. La creación de los
espectáculos es una cadena, cuando has terminado un espectáculo te has dejado
algo que te lleva al siguiente.
Cuando
visualizas unas de tus actuaciones y detectas un error, ¿sientes dolor y
querrías volver atrás en el tiempo y rehacerlo?
Sí, sientes
rabia y dices “¡Qué absurdo! ¡Cómo he podido hacer esto!”. Pero bueno, es una
buena forma de aprender o de pensar desde otro punto de vista. A mí lo que me
pasa es que nunca me gusta verme, incluso me gusta ver los espectáculos que
monto para otra gente, que verme a mí. No puedo, es superior a mí… (risas)
Eva en 1998,
5mujeres5 en el 2000, La Voz del Silencio en 2002, A cuatro voces en 2004, El
huso de la memoria en 2006. 2 años entre cada espectáculo.
Por la
Bienal. Nosotros siempre estrenábamos aquí en Sevilla, entonces,
inevitablemente era cada dos años.
¿Con qué
premio te quedas?
Todos los
premios son importantes, desde el menos conocido, el mñas personal, el
reconocimiento a la persona, hasta el Premio Nacional de Danza, los premios
Max, todos son importantes. Aunque yo los celebro en el momento, luego los
tengo que olvidar, porque no me gusta regocijarme en los premios. Está ahí, los
agradezco, es una motivación para seguir adelante y que la gente te siga
reconociendo, pero ya está, siempre hay que estar con los pies en el suelo. El
premio más importante es poder seguir donde estoy, manteniéndome, y por
supuesto, mis dos hijas.
¿Desconectas
fácilmente?
No, cuando
me quedé embarazada de Marieta dije “puff,
no puedo bailar, vale, quiero desconectar, y lo tengo que hacer”, pero qué
va, he desconectado en que no he ido al estudio a ensayar, pero siempre estoy
dándole vueltas a la cabeza. Como te salta la inspiración en cualquier momento,
es algo que no puedes controlar.
En 1992
rechazaste un premio.
(risas) Había injusticias, y con las
injusticias y las mentiras no puedo. Uno mejor que nadie sabe cuándo algo está
bien y algo está mal, no hace falta que nadie venga de fuera a decirte si algo
está bien o algo está mal. Entonces fue un cúmulo de cosas, y dejé muy claro
que por cuestiones éticas, artísticas y morales, yo no aceptar ese premio.
¿Piensas que
algunos premios o la mayoría de ellos se dan por amiguismo o favoritismo en vez
de por la trayectoria profesional?
Mira, odio
la mentira. Y te voy a decir una verdad como un templo, los concursos son todos
mentira, y lo digo porque lo sé a ciencia cierta. Y hay muchos concursos donde
la gente a la que le van a dar los premios ya saben que se los van a dar. Y a
eso no hay derecho, y hay muchos profesionales que han cogido un primer premio,
sabiendo que hay mucha gente, con muchísima ilusión, con mucho trabajo dentro
de un estudio, y que van con toda la inocencia deseando querer recoger un
premio. Amiguismo, favoritismo, politiqueo…hay de todo.
¿Hay mucha
política en el flamenco?
Claro que
hay. Influye todo y tienes que mantenerte alejada. Es que para mí que la
política tenga que influir en la cultura me parece una atrocidad impresionante…
El arte está por encima de todo eso.
¿El miedo es
un sentimiento totalmente malo? ¿O tiene algo de bueno sentirlo?
Los nervios
siempre hay que tenerlos, y el día que no sientas nervios antes de subir a un
escenario, no te subas más. A mí no me gusta el miedo porque te limita, pero
tampoco no es bueno no tener nada de miedo, y además, ¿quién no tiene miedo en
la vida? Todos tenemos miedo.